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Buenos días…

Hoy amaneció el cielo tan azul como el añil y los rayos de sol son una bendición para los huesos de todos aquellos que son algo mayores y les duelen mucho. Hoy también se van bastantes personas al campo a comer un buen «abajao» y asan sardinas frescas y otros hacen barbacoas y sus mayores se sientan entre sol y sombra con una copita de vino blanco y una tapita de tortilla de patatas o queso, lo importante es que ellos disfruten.

El perfume del otoño me embriaga de maravillosas emociones y recuerdos, puedo oler los espárragos bajo los olivos enredados muchas veces sobre las esparragueras, se pueden avistar desde lejos las tagarninas para echarlas a la berza y que tan ricas están, El aroma de las aceitunas me embarga y abrazo a los olivos que una vez y, sin misericordia alguna, fueron arrancados…! ! cosa que nunca perdonaré a papá, aunque el campo fuese de él. Había aceitunas de todas clases, verdiales, manzanilla, gordales, negras y tantas clases más…! ! Que lastima de aquel enorme olivar olivar ! Nunca más probé un aceite tan rico y bueno al paladar como el que tomaba todas las mañanas recién salido del molino, y que Carrera, un trabajador de papá al que yo quería mucho, tomaba mi botellita y me la llenaba con todo el cariño del mundo !

Me encantaba ir a buscar los huevos de las gallinas a sus nidos, que estaban por cualquier parte de la era o el cortijo que tenía un grandioso patio, tan grande como la era y en el cual estaba la cuadra, los gallineros para las gallinas «cluecas» y las que tenían pollitos o las que iban a guardarse en las noches frías. Allí estaba también la «tronje» y enorme puerta verde que daba a otra parte del molino, la entrada principal estaba en el patio interior de la casa donde estaba la casería, el escritorio de papa, que también tenía otra puerta que daba a nuestra casa, aquel patio tenía otra habitación donde había gasoil, gasolina y otras tantas cosas más, el patio estaba siempre repleto de flores de todas clases y tenía una gran campana de bronce que yo tocaba y volvía a todos locos…jajajajjaja…! aquel patio daba al gran patio y tenía una puerta también enorme del color la cual a veces se cerraba, el enorme patio daba a la «era» y tenía una gran cancela de hierro, también, verde. En la era estaba la sala de maquinas, una enorme nave para guardar el trigo, en donde yo me tiraba de cabeza a aquellas aguas de mi mente, doradas…!. Había también un cerrado para caballos y también un huerto lleno de verduras riquísimas..! y no olvido aquella piedra de molino que adornaba una esquina que nos llevaba a la gañanía y de allí una vereda hacía el pozo ancho y seguía la vereda y llegabamos a la carretera y de allí a ver Los Aguaciles Bajos la dueña era la condesa del fresno y me encantaba ver a Rosarito Sala que me hacía picatostes, los más ricos del mundo, y su hijo Luis embalsamaba a los animales y Charo, una hija de Rosarito bordaba muy bonito, mi hermana la mayor tiene «virguerias», hechas por las primorosas manos de Rosarito y que siempre estaba riendo, la tía Dolores, cuñada de Rosarito, era una mujer maravillosa que le encantaban las flores y las albahacas que las tenía entre sol y sombra, cerca de una pileta de piedra, me encantaban las albahacas de Dolores y su risa fuerte y su voz alegre cada vez que anunciaba a todos mi llegada, Fani la hija de Rosarito era muy niñera y yo siempre quería estar con ella, hasta que llegó el novio y nunca estaba, eso me fastidiaba mucho…! Antonio Sala es clavadito a su madre y tiene hasta su misma sonrisa, él era piloto de campo, o sea para abonar las tierras, ahora está jubilado y a mí, me da mucha alegría verlo.

Gracias Dios por un domingo más y protégeme de todo mal, sobre todo con los «urónes» de la informática, quítamelos de en medio, yo solo te tengo a ti, lo malo es, que tú tampoco sepas de informática, entonces estamos los dos apañados…!

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